El futuro según Google: más robots y menos coches

Larry Page y Sergey Brin, sus fundadores, abogan por simplificar la legislación para cumplir su sueño futurista
ROSA JIMÉNEZ CANO San Francisco 8 JUL 2014 – 07:19 CEST

Los robots acabarán con el trabajo de los humanos. El viejo temor de los trabajadores a la revolución industrial vuelve. En la conferencia de Google se dio un altercado sintomático, quizá, premonitorio. Un joven salió de entre el público, en su mayoría programadores que pagan 1.500 dólares por asistir, se acercó al escenario y comenzó a gritar: “Trabajáis para robots que matan personas. Lo sabéis”. Al instante los miembros del equipo de seguridad lo acompañaron a la salida. Estos neoluditas tenían razón. Google quiere que los robots hagan el trabajo de los humanos. Solo que Larry Page, cofundador, lo ve de manera diferente. En su mundo ideal los robots tendrán un papel relevante a la hora de eliminar gran parte de las tareas mecánicas. Esta medida tendría, entre otras consecuencias, un mayor desempleo, reconoce, pero también un aumento del trabajo cualificado y la productividad.

“A mucha gente le encanta lo que hace, pero también les gustaría tener más tiempo para estar con su familia o explorar sus intereses. Tenemos que encontrar un solución equilibrada y coordinada para reducir la semana laboral”, propuso durante una charla informal con Vinod Khosla. Cada vez es más extraño que los creadores del buscador aparezcan en público, menos aún juntos. Pero Khosla, su mentor, considerado uno de los padres de Silicon Valley fue también de los primeros inversores del buscador, cuando solo era una oficina con dos chavales de doctorado de Stanford.

Entonces, ¿qué tipo de trabajo pueden hacer los robots por los que apuesta Google? De momento, nada que ver con las habilidades de sus ingenieros. La compra de Boston Dynamics y Schaft les pone un paso por delante en programación de objetos mecánicos, pero no van más allá de transportar objetos de un lado a otro, subir escaleras, abrir puertas o rastrear zonas tomando imágenes. Todavía muy lejos de los que se usan en Japón para hacer compañía a personas mayores o que suplan a recepcionistas en las empresas. Ese será el siguiente paso, cuando se cumpla el vaticinio de Sergei Brin, el otro 50% de la empresa: «Algún día haremos máquinas que puedan razonar, hacer las cosas mejor que los humanos”. Este es el motivo de la adquisición de DeepMind, una empresa de inteligencia artificial. Los resultados se verán cuando sean capaces de fundir la robótica con este forma de programación predictiva. Y sí, es posible que entonces los motivos para el pánico laboral sean reales.

No solo imaginan un mundo de trabajadores a con jornada parcial, sino también sin coches. El transporte por carretera es una de las obsesiones de Google. Comenzó con Google Maps, se acentuó con la compra de Waze, una aplicación dedicada a monitorizar en tiempo real cualquier incidente en las carreteras. Y lo promueve de manera externa con una inyección de 250 millones de dólares en Uber. La apuesta de Brin consiste en que no sea necesario tener uno propio, casi un insulto en Estados Unidos, donde es parte de su cultura.

“Entre el 30 y el 50% del espacio de las ciudades se dedica a aparcamientos, es un gasto tremendo”, relataba a su mentor Khosla, “la idea es que el coche venga a buscarte cuando lo necesites”. Al tiempo asume que una de las debilidades de su sistema, de momento, la velocidad. Apenas pasan de 50 kilómetros por hora. En cambio, menciona que no reconocen las calles de manera correcta más allá de ciertas zonas de Mountain View, así como las rutas 101 y 280, dentro de San Francisco. Brin es consciente de que no agradará a la ya dañada industria nacional del motor. De hecho, sus modelos de prueba son Lexus y Toyota, firmas japonesas. “Es todo un mundo por explorar, seguro que los fabricantes lo ven como una oportunidad para cambiar por completo el diseño de los coches, poner asientos enfrentados…”, sostuvo a modo de ejemplo.

Son multimillonarios, pero ni Brin ni Page son ajenos a las preocupaciones de los hombres. Alargar la vida, el viejo mito de la humanidad, también los afectó al pasar la treintena. Especialmente cuando Brin desveló que su madre tenía Parkinson. Emprendió una cruzada para investigar esa enfermedad y promover análisis genéticos masivos. Fue el germen de una base de datos con información pública de los ciudadanos con edad, raza, estilo de vida, sexo, lugar en que viven… En teoría una buena idea, salvo por tratarse de datos especialmente sensibles, al fin y al cabo, se trata de indagar en la salud de cualquier persona. El directivo pretende resolverlo y convencer a las autoridades con algo tan sencillo como borrar los nombres propios de los archivos. “Imagina que sirve para salvar 10.000 vidas en solo el primer año”, soltó como argumento emotivo. El único proyecto firme en este campo, que sigue adelante de manera notable, son las lentes de contacto para medir el nivel de glucosa en sangre de los diabéticos.

Todo este mundo de fantasía se da de bruces con un muro llamado legislación. A grandes problemas, grandes soluciones. Con un razonamiento naïf, Page pedía que se pusieran numerus clasusus a leyes, también que fueran universales: “Se lo dije hace poco al presidente de Corea del Sur. ¿Por qué no poner un número limitado de leyes y páginas? Así, cuando se quiera añadir algo, habría que quitar otras”.

A pesar de una puesta escena siempre desenfadada y optimista de estos genios contemporáneos, no todo son éxitos en su empresa. A la salida de Andy Rubin, el máximo impulsor de Android, y la de Vic Gundotra, responsable de todo lo que tiene que ver con redes sociales, se suman otras de menor calado, pero sintomáticas. Lars Ramussen, fundador de Google Wave dejó Google por Facebook, da unos motivos claros, demasiada lentitud y burocracia. No sentía que lo que hacía tenía un impacto real. Paul Adams, que también fichó por Zuckberberg, sostiene que no le dejaron publicar un libro. Las redes sociales son el terreno donde se mueven los jóvenes, el que sirve de vía para compartir contenido. Twitter y Facebook predominan a gran distancia. Google+ se ha convertido en el refugio de bloggers y creadores de contenido que pretenden conseguir un mejor posicionamiento en el buscador publicando ahí. El nivel de conversaciones es bajo. La sesión, rara vez supera el minuto.

Google Glass, el proyecto de gafas de realidad aumentada, va camino del olvido, de convertirse en una pieza más de vaporware, como se denomina a los gadgets con gran impacto inicial pero sin recorrido en el ámbito comercial. Hace dos años, en su conferencia anual eran la estrella. En la edición de 2014 ni se mencionaron. Dentro de dos años habrá que revisar qué ha sido de estos coches y robots…

 

¿Pueden algún día desaparecer los exámenes?

 Martes, 6 de mayo de 2014
El problema reside en que tomar un examen en un momento designado por el calendario nunca fue la manera ideal de determinar el nivel de conocimiento. Tal vez ocurran el día ideal para algunos estudiantes, pero no para otros.

Sin embargo, esto podría no ser así. A medida que la enseñanza se vuelve online ya no tenemos la necesidad de esperar al final de un curso para hacer evaluaciones.

En cambio, hay programas de computadora que pueden evaluar el entendimiento analizando cada clic y tecla presionados por el estudiante durante el proceso de aprendizaje. Entonces, ¿lograremos finalmente deshacernos del temido examen final?

Una mejor opción sería un sistema que les permitiera a los estudiantes avanzar a su propio ritmo mientras asimilan el material, dice Julia Freeland, investigadora de Educación del Clayton Christensen Institute for Disruptive Innovation de San Mateo, en California, EE.UU..

Este sistema se llama «aprendizaje basado en competencias» y requiere un programa educativo hecho a la medida de cada estudiante.

Claramente, puede ser un desafío para los docentes en un aula llena. Sin embargo, si el material se ofrece en internet y el aporte del estudiante se analiza automáticamente por computadora, los estudiantes pueden ser evaluados individualmente, hasta el punto de que el programa pueda identificar cuándo cada alumno da su máximo potencial en un examen.

Freeland sostiene que el software de aprendizaje basado en competencias se está usando en escuelas secundarias y universidades en todo Estados Unidos. La escuela secundaria Virtual Learning Academy Charter School del estado de Nuevo Hampshire es un ejemplo. La Western Governors University, una universidad online con sede en Salt Lake City, Utah, comenzó a usar el software de aprendizaje basado en competencias en 2012. La Arizona State University hizo lo mismo en 2011.

La idea del software es relativamente sencilla: recoge información sobre la actividad del alumno en un sitio web -con las páginas que visitó y, por ejemplo, si leyó un texto o vio un video– y la combina con datos sobre el desempeño del estudiante en pruebas informales y cuestionarios para establecer en tiempo real su comprensión de un tema.

Cuando su entendimiento alcanza un nivel predeterminado, se le presentan conceptos nuevos o se le da la oportunidad de rendir un examen formal.

Desde que esta estrategia de aprendizaje basada en competencias se aplicó en ciertas clases de la Arizona State University, el número de aprobados creció. Philip Regier, el decano del área online de la universidad, dice que tienen planes de hacer «carreras íntegramente adaptativas».

Algunas empresas llevan a esta tecnología aún más lejos y usan software de inteligencia artificial que modifica todo el tiempo la forma en la que el individuo recibe información nueva. En sólo unas semanas, aseguran sus creadores, estos algoritmos pueden incluso identificar a qué hora del día un estudiante está más receptivo a las clases sobre cierta materia.

David Liu, jefe de operaciones de Knewton, una compañía de aprendizaje adaptativo con sede en Nueva York, señala que recién en los últimos años la tecnología ha hecho posible este tipo de educación. Knewton fue fundada hace seis años y el almacenamiento de datos online avanzó tanto que Liu sostiene que la compañía conoce mejor que nadie el gran progreso de sus estudiantes.

Otras compañías hacen afirmaciones similares. Entre los sitios web educacionales más famosos está el de la Khan Academy, un sitio sin fines de lucro con sede en Mountain View, California. «Podemos decirle al usuario durante todo el proceso y con gran exactitud: este es tu desempeño ahora mismo», afirma Jace Kohlmeier, el líder del equipo analítico de la Khan Academy.

Sin embargo, los estudiantes evaluados por Knewton y Khan Academy aún no se han librado de las salas de exámenes. Para que eso suceda deberían cambiar ciertos hábitos muy arraigados en el sistema educativo.

En esencia, según Julia Freeland, en países como Estados Unidos los exámenes todavía son necesarios en las escuelas secundarias para evaluar el desempeño. Además, los exámenes de certificación profesional para alumnos en edad secundaria o universitaria siguen siendo una herramienta importante para que los empleadores evalúen a sus candidatos.

Mientras tanto, los algoritmos que usan las compañías como Knewton para evaluar a los estudiantes están en constante mejora y, tal vez, algún día su precisión sea imposible de ignorar.

«Cuando tengamos suficientes estudiantes y datos en nuestro sistema podremos decir qué tan bien le va a un estudiante en una determinada materia con sólo unos percentiles de error», afirma Liu.

También vale mencionar que el software de aprendizaje que se está usando en algunas escuelas y universidades está empezando a usarse en el mundo de los negocios. «Por ejemplo, Cisco (fabricante de productos de redes informáticas) cuenta con un programa online de capacitación y certificación llamado NetAcad para identificar a candidatos talentosos», cuenta Freeland. Liu dice que Knewton trabaja con varias compañías – e incluso oficinas gubernamentales – implementando su software educativo más allá del aula de clases.

Este tipo de emprendimientos hacen pensar que el mundo de los negocios podría llegar a apreciar el potencial del software de aprendizaje basado en competencias para identificar el talento. Eso podría retroalimentarse al sistema educativo y desplazar a los exámenes tradicionales. «Después de todo», dice Freeland, «los empleadores están más que interesados en opinar cómo se debe calificar a los estudiantes».

Por lo pronto, si usted tiene un examen en el futuro cercano, sería prudente que se pusiera a estudiar.

 

 

 

¿Cómo se convirtió Londres en una superpotencia educativa?

Escuelas en zonas marginales, altos niveles de carencia, el inglés como segundo idioma, una mayoría de alumnos de minorías étnicas… ¿Y cuál es el resultado? ¡El sistema educativo más exitoso de todo el país!

La municipalidad de Londres se ha convertido en una superpotencia educativa.

a última prueba para sustentar esta afirmación llega de las estadísticas que rastrean el progreso de los alumnos después de haber terminado la escuela.

Los datos anulan la creencia tradicional de que los alumnos más pobres están condenados a tener menos éxito en la vida que sus homólogos más ricos.

Entre aquellos que toman los exámenes finales de bachillerato, el 63% de los alumnos cuyo un nivel de pobreza que les da derecho a recibir comida gratis en el colegio ingresa a educación superior.

Es una cifra más alta que la correspondiente a los alumnos más adinerados en el resto del país. En palabras más simples: adolescentes desfavorecidos de Londres están adelantando a los jóvenes más privilegiados de fuera de la capital.

Párese a pensar en lo que esto significa. Los adolescentes que tienen menús gratis en barrios humildes tienen más probabilidades de ir a la universidad que los jóvenes más pudientes de zonas lujosas.

Pero, ¿cuál es el motor del espectacular éxito de Londres?

Esta pregunta se ha convertido en un asunto de creciente fascinación para los investigadores, que buscan los misteriosos ingredientes de la exitosa fórmula.

Sam Freedman, de Teach First, dice en su blog que «quizá es el interrogante más grande en la política educativa».

El Instituto para Estudios Fiscales y la Fundación Educativa CfBT publicaron dos informes que intentan resolver el rompecabezas. Ambos calificaban el progreso de la capital como de «relevancia internacional».

«Entender qué pasó en Londres le puede dar pistas a cualquier ciudad en el mundo para hacer reformas educacionales», le dijo a BBC Mundo Anna Riggall, la jefa de investigación la Fundación Educativa CfBT.

«Las políticas y reformas que se implementaron en Londres desde 2002 quizás no se puedan implementar de la misma forma en todas partes pero las lecciones aprendidas tras analizar lo que se hizo son transferibles», aseguró la experta.

La investigación concluyó que hay siete estrategias (o lecciones, como las llama el informe) que pueden beneficiar a cualquier sistema escolar y, para BBC Mundo, Riggall destacó las siguientes tres:

Lección 1: Mantener un impulso sostenido y consistente de política para el cambio

Los colegios de Londres se beneficiaron de un nivel altamente inusual de apoyo a largo plazo y de todos los partidos políticos en el gobierno. Cambiar la cultura profesional no es una cuestión de «apretar un botón» o dar una orden ministerial: requiere que se mantenga el foco durante un período largo de tiempo.

Lección 2: Usar la información sobre rendimiento sistemáticamente

La recolección de datos y los análisis comparativos de rendimiento en todos los niveles del sistema educativo de Londres le dieron impulso al plan para mejorar los colegios de la capital. Tener datos para respaldar teorías ayudó a ganar mucho apoyo y también a asignar responsabilidades: con la información, se identificaron claramente las fortalezas y mejores estrategias en toda la ciudad y se compartieron, pero también quedaron en evidencia las escuelas que no estaban funcionando bien.

Lección 3: transformar el desempeño de escuelas malas con actividades de mejoramiento diseñadas por el sector

Fueron los profesores y los directores de las escuelas los que lideraron el cambio en Londres: los directores de escuelas eran responsables moralmente de los pupilos de todos los colegios de la capital, no sólo en los suyos. Los mejores colegios se convirtieron en centros de desarrollo profesional.

Economía universitaria

¿Qué tal si añadimos algunos factores externos a la mezcla?

Londres, a diferencia de cualquier otro lugar del país, es una economía de profesionales. Según la Oficina Nacional de Estadísticas, el 60% de la población en edad de trabajar de la ciudad tiene una licenciatura.

Así sean barrenderos o camareros, muchos son licenciados. Y esto se traduce en que un número desproporcionado de niños en las escuelas de Londres deben tener padres licenciados, incluso si no son particularmente prósperos.

Seguramente, eso tiene un impacto positivo en el apoyo que se le da a los niños en casa.

En términos de la diversidad de la población, es la ciudad más global que uno pueda imaginar. Más del 80% de los niños en escuelas de zonas marginales de Londres proceden de minorías étnicas y para más de la mitad el inglés no es el idioma materno.

Todavía no está claro en qué medida esta población móvil, ambiciosa y multicultural encaja en cualquier otro modelo de lo que tradicionalmente se conoce como clase. Las rígidas vías de escalada social –tristemente vinculadas al éxito o el fracaso en la educación- quizá hayan quedado obsoletas.

Un alto cargo de educación, reacio a hablar públicamente con su nombre, dice que la combinación más dinámica se da cuando hay un grupo migrante que es materialmente pobre pero que le da una alta importancia a la educación. Para esas familias, extraer lo mejor de la educación es el pasaporte de sus hijos para una vida mejor.

Hoy en día es la clase trabajadora blanca, que ahora es una minoría en el centro de Londres, la que se ha convertido en la marginada del sistema educativo.

Padres móviles

Las escuelas de Londres también sirven a una población muy bien informada, nadie está más allá de unos clics en su teléfono celular para poder hacer múltiples comparaciones entre escuelas. Los padres están tomando decisiones bien meditadas como consumidores.

Por supuesto esta información sobre las escuelas está disponible fuera de Londres y las familias de todo el país valoran sus mejores posibilidades.

Pero lo que es diferente es la enorme variedad de opciones para los padres en la capital. Los autobuses son gratis para los alumnos, otra diferencia práctica, que hace que muchas de las escuelas estén al alcance, sin importar su ubicación.

Eso hace que la expectativa suba. Las escuelas tienen el enorme desafío de obtener buenos resultados y las de Londres se han hecho muy hábiles para maximizar las calificaciones.

En la primera década del siglo XXI, la proporción de alumnos de la capital británica que logró buenas notas en sus exámenes finales subió del 45% al 81%.

Es un salto masivo y –asumiendo que no es que los alumnos se hayan vuelto muy inteligentes de golpe- refleja cuánto han mejorado las escuelas.

Por supuesto no hay nada perfecto. El rápido aumento de la población pondrá un peso creciente en el sistema. No sirve de nada tener escuelas excelentes si no tienen sitio para los niños.

Pero, hoy por hoy, esta es una de las cosas más extrañas que hay: una historia verdaderamente optimista del sistema de educación.

Ingredientes para un sistema educativo exitoso

  • Mejoras en el uso de datos para rastrear el desempeño de los alumnos
  • Intervención rápida para abordar la falta de rendimiento
  • Más respaldo de los gobiernos locales
  • Un proyecto como «Desafío Londres», que apoya a las escuelas
  • Teach First, un programa que recluta a profesionales de alto nivel en escuelas de bajo rendimiento
  • Estrategias de alfabetismo y matemática básica en todo el sistema

 

 

 

 

 

 

Cómo traer los muertos a la vida

David Robson BBC Viernes, 11 de julio de 2014

Mujer bajo el agua

Mujer bajo el agua

 

«Cuando alguien está a 10°C, sin actividad cerebral, sin pulso ni sangre, todo el mundo estaría de acuerdo en que la persona está muerta», comenta Peter Rhee de la Universidad de Arizona en Tucson. «Sin embargo, aún podemos traerlo de vuelta». Rhee no exagera. Junto con Samuel Tisherman, en la Universidad de Maryland, College Park, ha demostrado que es posible mantener durante horas cuerpos en un estado de «animación suspendida». Contenido relacionado

Cada vez hay más muertos vivos. Este método, que hasta ahora solo se ha probado en animales, es absolutamente radical: consiste el drenar toda la sangre del cuerpo y congelarlo a 20°C menos que la temperatura normal corporal. Una vez que se ha tratado la lesión, se vuelve a bombear la sangre por las venas y el cuerpo se va calentando lentamente. «En cuanto se empieza a bombear la sangre, el cuerpo se pone rosado», cuenta Rhee. A cierta temperatura, el corazón vuelve a la vida por su cuenta. «Es raro, a los 30°C el corazón late una vez, de la nada, y luego continúa haciéndolo y recupera el pulso a medida que se calienta». Asombrosamente, los animales de sus experimentos mostraron muy pocos efectos secundarios al despertar. «Por un rato están un poco confundidos, pero vuelven a la normalidad al cabo de un día», señala Tisherman. A principio de este año Tisherman fue noticia en todo el mundo, tras anunciar que estaban listos para empezar las pruebas clínicas con las personas víctimas de heridas de bala en Pittsburgh, Pensilvania. Los primeros pacientes del estudio debían estar tan malheridos que sus corazones hubieran dejado de latir, y esta fuera su única esperanza.

Algunas veces, los titulares de los medios ofendieron la cautelosa sensibilidad de Tisherman. Durante nuestra charla, demostró ser una persona meditabunda y mesurada que se cuida de no promocionar exageradamente su investigación. Utiliza con mucho cuidado el término «animación suspendida». «No me preocupa que sea impreciso, sino que la gente piense en viajeros espaciales que son congelados para luego ser despertados en Júpiter», comenta. «Esto no ayuda, pues es importante que la gente sepa que no se trata de ciencia ficción, que debemos experimentar científicamente y con disciplina antes de poder usarlo como un método para evitar que la gente muera». Rhee, quien obtuvo reconocimiento mundial al tratar a la congresista Gabrielle Giffords después de un tiroteo en 2011, suele ser más atrevido y dice que no descarta que en un futuro la animación suspendida pueda hacerse a largo plazo. «Lo que estamos haciendo es la parte inicial de ese experimento». La cruzada de Tisherman de rescatar de la muerte a las personas que están al borde de ella comenzó en la facultad de medicina, donde fue alumno de Peter Safar. Se trata de una disnastía inspiradora: en los años 60, Safar fue pionero en Resucitación Cardiopulmonar (RCP), el procedimiento de masaje cardíaco que usamos hoy en día para reanimar el corazón. La obra de Safar cambió nuestra percepción de la muerte, desdibujando el punto destinado a marcar el fin de nuestras vidas. «A todos nos criaron con la idea de que la muerte es un momento absoluto, cuando mueres, no puedes regresar», cuenta Sam Parnia, de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook. «Esto solía ser cierto, pero gracias al descubrimiento de la RCP, comprendimos que nuestras células no están irreversiblemente muertas: sobreviven durante horas, incluso después de convertirnos en cadáver, podemos ser rescatados». Línea difusa RCP.

Algunas personas han regresado de la muerte, incluso después de que se dejara de hacer el RCP. Hoy en día, Tisherman cree que la muerte es el punto (ciertamente subjetivo) en que los doctores dejan de intentar resucitar el cuerpo, pero, incluso entonces, algunas personas han logrado regresar a la vida. El diciembre pasado, un estudio de la revista Resuscitation causó revuelo al sugerir que un 50% de los médicos de emergencia encuestados fueron testigos del «efecto Lázaro», fenómeno en el cual el corazón de un paciente vuelve a latir luego de que los doctores han perdido las esperanzas. Reanimar el corazón es sólo la mitad de la batalla que libran los médicos, aunque la falta de oxígeno tras un paro cardíaco puede causar serios daños en los órganos vitales del cuerpo, el cerebro en particular. «Cada minuto que pasan esos órganos sin oxígeno los va matando», explica Tisherman. Su exmentor, Safar, también aportó una solución a este problema con la «hipotermia terapéutica», un procedimiento que consiste bajar a 33ºC la temperatura del cuerpo colocando -por ejemplo- paquetes de hielo. Las células empiezan a funcionar en cámara lenta a baja temperatura, lo que reduce su metabolismo y el daño que pueda causar la falta de oxígeno. La combinación de las máquinas que sirven para mantener la circulación de la sangre y bombear oxígeno al torrente sanguíneo mientras se reanima el corazón, ayudó a ampliar el marco entre el paro cardíaco y la muerte cerebral. Recientemente, un hospital en Texas informó que un anciano de 84 años sobrevivió, con su mente intacta, después de tres horas y media de RCP. Su tratamiento consistió en una rotación constante de estudiantes de medicina, enfermeras y doctores que hicieron turnos para hacer el masaje cardíaco. «A cualquiera que tuviera brazos se le pidió que ayudara», cuenta Scott Taylor Bassett, uno de los doctores presente. Estos casos son raros, sin embargo, Bassett destaca que la única motivación para continuar la RCP fue que el paciente recuperó la conciencia, incluso mientras su corazón no estaba funcionando. » Nos hablaba durante el RCP, lo que indicaba que estaba neurológicamente intacto», dice Bassett. «Nunca vi nada igual, eso hizo que tomáramos la decisión de continuar».

Una resucitación tan larga es básicamente imposible de hacer en la actualidad si el infarto está acompañado de algún traumatismo, como en el caso de heridas de bala o accidentes automovilísticos. Hasta ahora, la mejor opción de los cirujanos es cerrar las arterias que van a la parte baja antes de abrir el pecho e intentar reanimar el corazón. Eso bombea un poco más de sangre al cerebro mientras ellos intentan coser las heridas. Desafortunadamente, la tasa de supervivencia es menos de uno de cada 10 pacientes. Es por esta razón que Tisherman quiere enfriar el cuerpo a 10°C o 15°C, lo que potencialmente le daría a los doctores dos o más horas para operar. Si bien este tipo de hipotermia suele usarse en las operaciones de corazón, el proyecto de Tisherman será la primera vez en la que se usará para revivir a alguien que ha «muerto» antes de ingresar al hospital. Tal vez la parte más sorprendente sea que el equipo drene toda la sangre del cuerpo y la reemplace por solución salina helada. Tisherman explica que debido a que el metabolismo del cuerpo está detenido, no se necesita sangre para mantener vivas las células y la solución salina es la manera más rápida de enfriar al paciente. El método incluye sustituir toda la sangre del cuerpo por agra salina fría. Junto a Rhee y otros colegas, Tisherman se ha dedicado dos décadas a construir un portafolio de evidencias que prueben que el método es seguro y efectivo. Muchos de los experimentos se hicieron con cerdos con heridas casi fatales. No había duda de que los animales estaban más del lado de los muertos de lo que se considera como posible para regresar al mundo de los vivos. «El cerdo no podía estar más pálido», cuenta Rhee. «Pálido y muerto como carne en el refrigerador». Si los animales se enfriaban lo suficientemente rápido -a unos 2°C por minuto- casi el 90% se recuperaba cuando la sangre volvía a sus cuerpos, después de estar en el limbo por más de una hora. «Es increíble ver cuando el corazón vuelve a latir», afirma Rhee. Una vez que los animales recuperaron su actividad normal, el equipo les hizo varias pruebas para cerciorarse de que sus cerebros no estaban afectados. Por ejemplo, antes de poner a prueba la técnica, se entrenó a algunos cerdos para que abrieran un contenedor de un color determinado, dentro del cual había una manzana. Luego de ser resucitados, la mayoría recordaba dónde estaba su recompensa. Otros cerdos no fueron entrenados antes de la operación, pero tras recuperarse recibieron entrenamiento y lograron aprender tan rápido como los otros, lo cual sugiere que esto no afectó su memoria. No hace falta decir que obtener permiso para hacer pruebas en humanos fue un reto. A principios de año, Tisherman logró finalmente montar una prueba piloto para tratar a pacientes que sufrieron heridas de bala. El hospital recibe a uno o dos de tales pacientes por mes, es decir que ya existen pacientes tratados desde que comenzó la prueba, sin embargo, Tisherman cree que es muy pronto para hablar de los resultados. P

Peter Rhee

Peter Rhee (derecha): «Lo más impresionante es ver cómo un corazón vuelve a latir».

Este científico también montó una prueba en Baltimore, Maryland. Y si todo sale bien, Rhee estará autorizado para trabajar en el centro de traumatología de Tucson. Al igual que con cualquier investigación médica, existen retos en la transición de los experimentos de animales a las pruebas en humanos. Por ejemplo, los animales recibieron su propia sangre luego de la operación, mientras que los pacientes recibirán transfusiones que llevan semanas en los bancos de sangre. Además, para infligirles la lesión se anestesiaron a los animales del experimentos. Los pacientes que ingresen a trauma habrán sufrido la lesión sin anestesia, lo que podría cambiar la forma en la que el cuerpo reaccione a la herida. A pesar de esto, Tisherman se mantiene optimista. «Creemos que por lo general los perros y los cerdos responden de manera parecida a los humanos». Otros doctores observan con atención. «Valiente» «Es muy valiente», afirma Parnia.

Si las pruebas salen de acuerdo al plan, Tisherman desearía usar este método para otros tipos de traumatismo. Para esta etapa de la investigación se eligió a las víctimas de balas porque es más fácil ubicar la fuente de la pérdida de sangre. Pero Tisherman espera eventualmente poder tratar hemorragias internas; por ejemplo las causadas por un accidente de trásito. «La mayoría de los médicos creemos que, para preservar el cerebro, se debe enfriar al cuerpo mucho más de lo que lo hemos hecho tradicionalmente, pero la gente teme hacerlo » Sam Parnia, de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook Incluso, algún día, se podría usar para tratar pacientes que sufran ataques cardíacos u otro tipo de enfermedades. El éxito también abriría el camino a otras investigaciones sobre la animación suspendida. Algunos científicos creen que, si se agrega un cóctel de drogas a la solución salina, se podría reducir todavía más el metabolismo y prevenir las lesiones. Uno de los candidatos para esto es el sulfato de hidrógeno –el compuesto químico que le da su olor a los huevos podridos-, pero a pesar de que se demostró que reduce el metabolismo en algunos animales, existe poca evidencia de que mejore las probabilidades de sobrevivir a un paro cardíaco. Tisherman cree que sería mejor encontrar potentes antioxidantes que limpien los compuestos químicos dañinos causantes de lesiones. Por su parte, Rhee considera que necesidad de mejores tratamientos es muy urgente. Describe a un paciente que vio en el hospital el día antes de nuestra entrevista. «Le dispararon en el epigastrio, debajo del pecho, justo debajo del pecho, en el medio del abdomen. El equipo médico lo intentó todo, pero no pudieron salvarlo». «Este es exactamente el tipo de pacientes que esperamos poder salvar si pudiéramos trabajar con menos prisa», agrega.

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A solas con sus pensamientos

Las personas aborrecen quedar a solas con sus pensamientos, prefieren una descarga eléctrica

No pienses en nada, deja la mente en blanco. Se dice pronto, pero no resulta nada fácil. En cuanto se pone uno a la tarea, resulta que nada empieza a ser algo. Peor aún, algo inaprensible y efímero como un espectro, un itinerario absurdo sin memoria del origen ni aspiración a un destino, una patera a la deriva sin la menor esperanza, una pesadilla de oscuridad y vacío. ¿Te ha pasado alguna vez? A los voluntarios del experimento de Timothy Wilson, un psicólogo audaz de la Universidad de Virginia, sí les ha pasado, y no una vez sino 11: durante los 11 interminables experimentos a los que han sido sometidos, y que seguramente no olvidarán en lo que les quede de vida.

El concienzudo estudio de Virginia muestra por encima de toda duda razonable que los humanos odiamos quedarnos solos con nuestros pensamientos, aunque solo sea 10 minutos. Si te dejan solo sin el móvil ni la tableta, sin el libro ni la música, tu pensamiento no logra concentrarse en nada y se limita a vagar de una cosa a otra de la forma más torpe e inútil. La experiencia es tan desagradable que el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres prefieren recibir una descarga eléctrica antes de acabar esa experiencia pavorosa, esos 10 minutos de eternidad. Increíble pero cierto, y publicado en Science.

Pocos artículos técnicos vienen encabezados por una cita poética, pero en este caso Wilson, de manera comprensible, no ha tenido más remedio que recurrir al Paraíso perdido de Milton: «La mente es su propia morada, y en sí misma puede hacer un cielo del infierno, un infierno del cielo». Y sobre todo lo segundo, cabría añadir tras este trabajo.

«Nuestra investigación», dicen Wilson y sus colegas de Virginia y Harvard, «muestra que la mayor parte de la gente prefiere estar haciendo algo –incluso dañarse a sí mismos— que no hacer nada o sentarse en soledad con sus pensamientos». Los 11 experimentos muestran de distintas formas que los participantes, antes de quedarse solos consigo mismos, prefieren escuchar música, navegar por la red o mandar mensajes con su smartphone. Incluso recibir una desagradable descarga eléctrica y largarse a su casa antes de que pasen los 10 minutos. Cabe preguntarse qué ha sido de la proverbial gandulería que se le supone a la especie humana.

Los 10 minutos son solo un promedio: los experimentos oscilaron de 6 a 15 minutos –esto último ya una tortura—, e incluyen a gente de los 18 a los 77 años de todo tipo de extracción social y nivel académico y cultural. «Aquellos de nosotros que anhelamos tener un poco de tiempo para no hacer nada más que pensar», dice Wilson, «seguramente encontramos estos resultados sorprendentes; para mí desde luego lo son; ni siquiera la gente mayor mostró la menor debilidad por quedarse sola pensando».

El primer autor del estudio no cree que ese horror al vacío sea una consecuencia del ritmo frenético de la sociedad actual o la seducción incesante de las novedades tecnológicas. Más bien piensa que esa interminable sucesión de innovaciones técnicas es una consecuencia de nuestra sed natural de actividad. Primero fue el horror al vacío, y después vino Whatsapp a paliarlo. Antes había libros y punto de cruz para la misma función.

Wilson y sus colegas intentan averiguar ahora a qué se debe esa pasión de la gente por hacer cualquier cosa en lugar de no hacer nada. «Todo el mundo disfruta de vez en cuando soñando despierto», dice el psicólogo, «o fantaseando sobre cualquier cosa, pero este tipo de pensamiento parece ser placentero solo cuando ocurre espontáneamente, no cuando se le pide explícitamente a la gente que lo haga». Pedir a alguien que deje la mente en blanco no parece ser una gran ayuda.

La mente es en verdad su propia morada, dijo Milton. Pero, como señaló otro poeta, en ninguna parte se está como fuera de casa.